Hoy hace 90 años de la muerte de un personaje importante para la cultura española del siglo XX. Torero, dramaturgo, escritor, mecenas… nos referimos a Ignacio Sánchez Mejías.
Un personaje del que han corrido ríos de tinta, pero que en nuestra opinión se quedan cortos por la valía de nuestro personaje. Era un hombre del Renacimiento, que le tocó vivir en el siglo XX, y que luchó por el Arte y la cultura en todas sus facetas.
Sus comienzos
Nace en Sevilla en la actual calle Jesús del Gran Poder, y se bautiza en San Lorenzo. Inicios que nos evocan a Gustavo Adolfo Bécquer.
En aquellos años la Alameda es el gran centro cultural de Sevilla, vinculado como no podía ser menos al mundo de la tauromaquia. Allí conoce a una persona que va a ser muy importante en su devenir posterior Joselito el Gallo.
Su aventura
En aquella Sevilla de principios del siglo XX, cada semana, desde el muelle de Nueva York salía un barco que llegaba a la gran ciudad estadounidense; allí se embarcó Ignacio como polizón, aunque debido a las gestiones de su hermano que residía en México, consiguió que lo llevarán a ese país hermano y allí hará su estreno como torero. Primero de banderillero, luego novillero, llegando incluso a torear en la plaza de la ciudad de México.
Su regreso a España
En su regreso a España, tomará la alternativa en Barcelona un 16 de marzo de 1919, teniendo de padrino a Joselito el Gallo y de testigo, nada más y nada menos que a Juan Belmonte. La boda con la hermana de Joselito: Lola Gómez Ortega, lo convierte en su cuñado y lo entronca con la famosa zaga taurina de los gallos.
También acompañará a su cuñado en su muerte, porque es uno de los integrantes del cartel de Talavera de la Reina, donde el torero de Gelves muere por una cornada. Conservamos la foto de Sánchez Mejías observando el rostro inerte de su cuñado. En el mausoleo que realizó Benlliure en el cementerio de Sevilla lo representa como una de las personas transportan su cuerpo.
Sánchez Mejías y las letras
Pero nuestro protagonista fue mucho más que un torero de éxito, como a continuación iremos descubriendo.
Desde 1925 compagina la profesión taurina con las crónicas literarias de la Unión. Es un momento importante también en su vida sentimental, ya que empieza una relación con “La Argentinita”, importante artista en aquel momento.
En esos años fueron en aumento sus inquietudes literarias y fruto de ellas, fue la idea de hacer un homenaje a Góngora en Sevilla, para lo cual reunió y costeó, la venida de grandes poetas del momento que llegaron desde Madrid y que se unieron a otros importantes literatos sevillanos.
La Generación del 27
Esa reunión para volver a recordar la figura de Góngora es lo que se ha denominado la Generación del 27, en un principio se iba a celebrar en el Ateneo de Sevilla, pero al encontrarse en obras se realiza en la Sociedad General de Amigos del País, ubicada muy cerca del Ateneo.
Gracias a Rafael Alberti, que escribió un libro describiendo aquel mágico encuentro, conocemos con detalle los preámbulos y lo que ocurrió aquella noche. Curiosamente Alberti, realizó el paseíllo con la cuadrilla de Sánchez Mejías.
El artista y su obra
Desde ese momento su capacidad creativa no tiene fin, tres obras teatrales dos de las cuales fueron estrenadas con gran éxito por la compañía de María Guerrero López: Sin razón y Zaya. Y una tercera: Ni más ni menos, que no llegó a estrenarse.
En 1929 va a Nueva York donde coincide con Lorca y la Argentinita y de ahí surge otro de sus grandes proyectos, un espectáculo en homenaje del baile español denominado “Las calles de Cádiz” que fue estrenado en Cádiz con música de Falla interpretada por la orquesta Bética de cámara, el día de su homenaje, y con decorados de Santiago Ontañón. Y que se repitió en el Teatro Español de Madrid.
La vuelta al mundo taurino
En la década de los 30, Sánchez Mejías tiene diferentes nombramientos, hasta presidente de la Cruz Roja de Sevilla o impulsando una línea aérea entre Sevilla y Buenos Aires (la tan ansiada unión aérea con América). Pero él quería volver a los ruedos, algo que realiza en 1934, se suceden varias corridas, hasta que llega la terrible corrida de Manzanares que acaba con su vida. Como un presagio Lorca le había comentado que no toreara, consejo que no tuvo en cuenta.
La vida de la fama
Murió en la plaza, un final épico y de leyenda, y sus restos, como en su día ocurrió con Bécquer volvieron a Sevilla. Fue enterrado en el mausoleo de su cuñado Joselito, junto aquel monumento que también lo representaba portando a otro torero hasta la vida eterna.
Desde ese momento, multitud de obras hablan de este genio singular: Alberti, Gerardo Diego, Miguel Hernández…pero nadie como Lorca supo describir la muerte del maestro, en el que sin duda es uno de los grandes momentos de la lírica española.
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Bibliografía