En la catedral de Valladolid, estos días se expone una de las muestras más interesantes del año en nuestro país, que nos habla de las grandes gubias del Siglo de Oro español. El más representativo del sur: Martínez Montañés, y la gran figura de la escultura del norte, Gregorio Fernández.
La museografía
La exposición ubicada en la sobria catedral pucelana, juega con una interesante escenografía donde los espacios, la tenue luz e incluso la música de fondo, algo que sorprende mucho que se haya permitido en un recinto catedralicio, hace que la exposición nos cautive por detalles tan singulares como la iluminación y la perspectiva, que crean un enmarque único para las obras maestras que se exponen.
El nacimiento y los aprendizajes
Curiosamente los dos grandes genios no nacieron en las ciudades donde triunfaron. Gregorio Fernández nace en Lugo, y desde su tierna infancia estaría relacionado con la escultura, al ser el oficio de su padre. Con 24 años se traslada a Valladolid donde primero como aprendiz, luego como maestro desarrollaría un fabulosa carrera.
Martínez Montañés, nace en Alcalá la Real, provincia de Jaén, lugar de nacimiento del que fue su maestro en Granada Pablo de Rojas. En la bella ciudad, que en aquellos años era una joya del Renacimiento, tiene su primer aprendizaje. De allí pasaría al centro de ese Imperio que dominaba el mundo, a esa Nueva Roma, según la denominación de Cervantes de Sevilla. (Curiosamente el gran literato vivió en esa época en la ciudad de la Giralda).
Allí pasó el examen de Maestro escultor, y comenzó un recorrido triunfal que llevaría a que lo denominarán el Dios de la Madera.
Esos orígenes de los dos genios están fabulosamente representados con obras, entre otros, de Pablo de Rojas y de Leoni en el caso de Gregorio Fernández.
Antes, entorno a una pila bautismal encontramos documentación de los dos genios, y dos retratos, que nos muestran como eran a una mediana edad.
Sus comienzos
Entrar en la siguiente sala y contemplar al fondo el San Cristóbal de Montañés, realizado en el Salvador, se entiende, como aquel muchacho cambió la forma de entender la escultura en aquella Sevilla.
Sí, además, se encuentra cerca del Santo Domingo de Gregorio Fernández, la impresión es más fuerte si cabe.
Pero, la exposición nos sorprende, y las capillas se convierten en rincones secretos donde encontramos joyas como el San Bruno de Montañés, cedido por el Museo de Bellas Artes hispalense, y en una capilla cercana la maravillosa Piedad de Gregorio Fernández. Lo cual va haciendo que la exposición vaya subiendo de nivel.
Trento en la escultura
La escultura es una de las maneras usadas por la iglesia para transmitir el mensaje trentino. La belleza es el símbolo de la divinidad, y estos dos genios del sur y norte de España, son su mejor ejemplo. Uno en la gran ciudad del Imperio, el otro en la Corte.
Pero Trento es la forma con que el catolicismo lucha contra la herejía protestante. Por eso uno de sus máximos símbolos es la representación Mariana. Con sus diferentes estéticas , pero siempre con la idea de realizar a la madre del creador. La representación mariana es básica en aquellos años dentro de esa idea de la contrarreforma. Destacar la figura de uno de los grandes teóricos, el pintor Francisco Pacheco, veedor de la inquisición, que da las pautas para las representaciones sagradas, una de ellas la Inmaculada, ya sea en pintura, tenemos un bello ejemplo del maestro en la Muestra, como en escultura, donde Montañés realiza modelos sublimes. Destacamos, la pieza que se ha llevado a la muestra, y que hoy en día se encuentra en la Parroquia de San Julián de Sevilla. Aunque fue durante mucho tiempo atribuida a Alonso Cano, desde hace algunos años su estudio y sus rasgos la convierten en una de las mejores obras realizadas por el maestro de Alcalá la Real.
Los santos y arcángeles
Otra de las importantes aportaciones trentinas es el culto a los santos y personas cercanas a Cristo.
Está parte, es una de las más excepcionales de la muestra, donde en un amplio espacio nos encontramos en el centro el fabuloso San Miguel de Gregorio Fernández realizado en Alfaro, en la Rioja.
A sus alrededor numerosos santos realizados por los dos genios. Desde San José, San Pedro y San Pablo. San Francisco, y no podian faltar los santos jesuitas, orden que crecia en aquellos tiempos con su rompedora forma de entender el cristianismo, con su figura clave: San Ignacio.
Los pasos de Semana Santa
Aunque la exposición nos habla de los discípulos de los genios, Francisco Fermín y Juan de Mesa. Estar en Valladolid y no exponer obras de la Semana Santa sería un crimen. Ese Cristo reconfortado por el ángel en el monte de los Olivos, y sobre todo el excepcional descendimiento del maestro Fernández. Ponen de relieve, ese gran teatro del Barroco, del que no podían quedar fuera estos dos grandes genios, y cuya mejor representación es la Semana Santa de estas dos señeras ciudades españolas .
Sorpresas finales
Pero la muestra aún posee más sorpresas. Y nos depara un final excepcional, con obras como el Cristo atado a la columna de Gregorio Fernández, o el San Jerónimo de Montañés de Llerena. Pero, destacamos un espacio excepcional, una capilla que es ejemplo de lo que se quiere transmitir en esta exposición que es la combinación de estos dos grandes creadores. En ella encontramos conjuntados perfectamente, uno de los más bellos yacentes de Gregorio Fernández, y al fondo las fabulosas esculturas orantes de Guzmán el Bueno y su mujer, obra del genio andaluz, inspiradas en las de Bigarny de la Capilla Real de Granada representando a los Reyes Católicos, tienen la singularidad de ser las dos únicas obras no religiosas del gran Montañés.
Dos genios unidos en una muestra única, que nos habla del Arte de la contrarreforma, a través de los dos grandes genios de escultura peninsular de la época.