Un 1 de febrero de 1810 las tropas napoleónicas entran en Sevilla. La ciudad había sido el lugar donde se habían instalado la Junta de Defensa de España. Desde que se toma Madrid, Sevilla se convierte en la capital de la España no ocupada, aunque los franceses sabían del desconcierto de las tropas, al ver el implacable avance francés realizado en el norte de la península. El 24 de enero de 1810, los ejércitos de Bonaparte entran en Córdoba y se acercan a la entonces capital del reino.

El antiguo colegio jesuita de San Hermenegildo, de la plaza de la Concordia, había sido el lugar elegido para preparar aquella defensa de la ciudad y del país, por tal motivo se denominó Junta Suprema de España e Indias.  Pero esta junta decidió abandonar la ciudad y se marcharon a Cádiz, concretamente a San Fernando, y de allí marcharían a la Capital gaditana.

Hubo otro intento de crear una nueva junta de defensa, se reúne en el Alcázar, pero entre que el pueblo no veía claro como actuaban y la cercanía de los franceses. Deciden marcharse.

El Cabildo de la ciudad reunido en el Ayuntamiento deciden capitular ante las fuerzas francesas, se presentan en la actual barriada de Torreblanca donde pactan las capitulaciones que aunque fueron totalmente incumplidas si evitaron un baño de sangre en la ciudad.

El Mariscal Soult
El Mariscal Soult

El día 1 las tropas entran en la ciudad al mando del mariscal Claude-Victor Perrin y José Bonaparte

La idea de la Conquista del sur de España por las tropas napoleónicas en lugar de Portugal está muy bien resumida en estas palabras del servicio histórico militar que aparecen en la tesis doctoral de José Manuel Baena:

“… el rey José estimó oportuno atacar sin dilación el territorio de Andalucía, para completar su dominio de España y someter aquellas provincias, consideradas entonces como las más ricas y pobladas de la Península; lo que contribuiría a remediar sustancialmente la penuria económica de que se resentía su gobierno. Estos propósitos del monarca intruso eran alentados por un grupo de sus ministros españoles (Azanza, O’Farril, Mazarredo y Cabarrús), que deseaban mantener la independencia e integridad esencial de nuestra patria, dentro del sistema napoleónico predominante entonces en la Europa continental”

Sevilla se convirtió de hecho en la capital de un virreinato dirigido por el mariscal Soult

El Mariscal Soult, en sus memorias, nos dijo cómo encontró a las ciudades del sur penínsular y como constituyó una guardia urbana diferente al ejército entre la población local. “las ciudades se hallaban, en general, bien predispuestas. Estas poblaciones ricas, habituadas a la calma, dadas al comercio y poco parecidas a las de otras partes de España estaban cansadas de anarquía y guerra. Eran favorables al restablecimiento del orden. Formé allí guardias cívicas que nos fueron muy útiles. Encargadas de la policía interior aligeraron el servicio de nuestras tropas dejándolas disponibles para las operaciones militares”

En aquella España existían muchos afrancesados que pensaban que los invasores traían la modernidad, uno de ellos fue Joaquín Goyeneta, corregidor de la ciudad en ese periodo y uno de los responsables de los cambios que se realizaron. De hecho, se tiraron muchas iglesias y conventos para crear plazas, ejemplo de lo que comentamos son las actuales plazas de la Encarnación y la Magdalena.

En lo referente a la Semana Santa muchas iglesias acogieron a cofradías de conventos exclaustrados, así la Hermandad del Valle estuvo en San Román y luego en la nueva parroquia de Santa Cruz, que es la actual. O la Trinidad fue a la iglesia de Santa Lucía.

La Cena en San Gil por la exclaustración del Convento de San Basilio. La Lanzada que también radicaba en ese convento se estableció en la iglesia de San Marcos.

Soult se alojó en el Palacio arzobispal y desde allí realizó uno de los grandes expolios de la época. Utilizando el Alcázar como almacén robo cuadros, objetos litúrgicos, de plata…la rapiña gala no cumplió nunca lo pactado en las capitulaciones.

Templos como Santa María la Blanca, Hospital de la Caridad, Hospital de los Venerables, convento de Santa Isabel, convento de San Clemente, convento de Santa Paula, la Catedral…todos ellos perdieron obras maestras del Arte que fueron llevadas a Francia y revendidas en muchos casos en subastas que hizo que terminaran estas obras en diversas partes del mundo.

Uno de ellos es el fabuloso cuadro de Alonso Cano de la Visión de San Juan de Jerusalén hoy en la Wallace Colletion de Londres.

Cuadro de Alonso Cano que se encontraba en el Convento de Santa Paula

El único conjunto que casi se salvó en su totalidad fue el del Convento de Capuchinos, uno de los mejores conjuntos realizados por Murillo, ya que los monjes, con ayuda del Cabildo Catedral escondieron sus obras Cádiz. Cuando se liberó la ciudad volvieron las obras, aunque el conjunto perdió algunas de sus cuadros por los pagos que tuvieron que realizar para pagar las ayudas y la restauración. Ese es el motivo que el cuadro del Santo Ángel de la Guarda se encuentre en la Catedral o que el Jubileo de la Porciúncula esté normalmente en el Museo de Colonia, aunque durante 10 años podemos disfrutarlo ahora en nuestro Museo de Bellas Artes.

Los Capuchinos consiguieron salvar el expolio de Napoleón, pero no del Estado Español ya que la desamortización hizo que los cuadros terminaran en su mayor parte, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, donde hoy podemos admirarlos.