En estos artículos de Historias de la Cuaresma, hablaremos de relatos entorno a la Semana Santa de Sevilla. La devoción de la Macarena ha hecho que se hayan realizados muchas historias entorno a la querida Virgen de San Gil. Estas historias algunas son reales, otras inventadas, pero todas han calado en alma del pueblo de Sevilla y en los numerosos devotos de la Virgen de la Esperanza.
Algunas de esas historias tienen nombres y apellidos, otras desconocemos su origen, pero la tradición popular ha hecho que lleguen vigentes a nuestros días. En otras ocasiones surgen por circunstancias de la historia y el amor del pueblo a sus titulares.
Comenzaremos por una historia inventada pero el escucharla nos hace que se nos resbalen las lágrimas, la encontramos en uno de los libros de cabecera dedicados a la Semana Santa de Sevilla: “Cómo llora Sevilla” y fue creada por el querido y erudito jesuita mejicano Ramón Cué.
La ventana de la calle feria
Pocas historias hay tan conmovedoras dedicadas a la Virgen de la Esperanza Macarena como ésta. El padre Cué nos sitúa en la mañana del Viernes Santo, cuando la cofradía vuelve a su templo después de una estación de penitencia triunfal, pero hay una ventana entreabierta, la de una niña enferma que cada año espera que pase la Madre de Dios para pedirle fuerzas y que la ayude. Entre el bullicio y algarabía de la calle, en la soledad de este cuarto, se encuentra esta niña cuyo único anhelo es poder contemplar a la Virgen.



“Ay, aquella ventanita
de la calle de la Feria,
donde se asoma la niña
de cutis azul y ojeras,
la niña que mira triste
y está enferma! “
El padre jesuita nos cuenta de una forma primorosa el beso que la niña da al palio y su petición a la Virgen para que la sane.
“y como es la calle estrecha
saca su brazo de luna
y acerca el palio, y lo besa…
Y en el terciopelo verde
sus labios de rosa seca
dejan temblando un suspiro
junto a los flecos de seda:
-“¡Tú que pasas, Esperanza,
sáname, que estoy enferma!”
Y se cierran los cristales,
y la procesión se aleja,
y en el bordado del palio
una flor más centellea
como los ojos con fiebre
de la niña azul enferma… “
Pasa otro año más, llega el Viernes Santo y vuelve la Macarena. Pero la niña está peor y aunque deseando verla, en esta ocasión no puede ni tan siquiera tocarla con su mano, algo que nos relata Ramón Cué de una forma maravillosa.
“Un año más. Viernes Santo.
Ya vuelve la Macarena.
Ya está junto a la ventana
buscando un beso su seda…
Por detrás de los cristales
se asoma la niña enferma…
Pero no sale, le daña
la brisa del alba fresca,
y tras la ventana llora
más azul cutis y ojeras…
En el palio tembloroso
que en el cristal se refleja,
ponen un beso sus labios
cárdenos de rosa seca:
-“¡Tú que pasas, Esperanza,
sáname, que estoy enferma!”
Llega un nuevo año y llega la Macarena. Pero este año será distinto, todo ha cambiado en la calle Feria.
Un año más. Viernes Santo.
¡Ya no pases, Macarena!
¡Ya no te espera la niña
azul en la calle Feria!
No hay nadie tras los cristales,
nadie en la ventana ciega,
nadie que te ponga un beso…
¡Ya no pases, Macarena!
Que si al pasar, tus reflejos
en la ventana se espejan,
se quebrarán los cristales
de desilusión y pena,
cómo se quebró la vida
de la niña azul y enferma…
Ya no hay nadie en la ventana.
¡No pases ya, Macarena!
-“Deja que pase, que pase…”
– (cantó en el alba una estrella.)
“Ella aquí no es Esperanza,
ni yo aquí soy rosa seca.
Ella es toda posesión
y yo rosa fresca, fresca…
Que pase, si en mi ventana
se copia el palio, no temas,
me asomaré a mis cristales
para besarlo, hecha estrella,
y se quebrarán de gozo
como un aplauso en la fiesta…
” Viernes Santo. Madrugada.
¡Pasa, pasa, Macarena! “