En este artículo sobre Al Mutamid. El rey poeta de Sevilla, nos vamos a trasladar a uno de las épocas de más esplendor de la ciudad, concretamente al siglo XI
En el mes de septiembre del año 1091 cayó un reino que alcanzó tal desarrollo que se comenta que hasta las ciudades del renacimiento italiano no se llegó a tal nivel de refinamiento.
Nos hemos trasladado a la Taifa de Sevilla, la más importante de la península de todas las que surgieron cuando se desmembró el califato de Córdoba, que comprendía desde el Algarve portugués hasta las ricas tierras de Murcia, con la única excepción del reino Zirí de Granada, siempre bien defendido por sus montañas.
Nuestro personaje fue el segundo hijo del rey de Sevilla, pero su personalidad no se parecía en nada a su padre. Fue educado en Silves (actual Portugal) por un poeta Abu Bakr Ibn Ammar, el Abenamar de los cristianos.
Adoptó varios sobrenombres: al-Mu’tamid al-Allāh (el Sustentado en Dios); az-Zafir bi-hawl Allāh (el Victorioso por la potestad de Dios); al-Mu’ayyad bi-nasr Allāh (el Sostenido por la ayuda de Dios).
Su reinado hizo que Sevilla comenzara a crecer convirtiéndola en una ciudad referente del mundo árabe y de toda la península. Desde ese momento, la ciudad no dejaría de crecer, pero nuestro protagonista es el que pone las bases para iniciar esas centurias de esplendor.
El Cid en Sevilla.



Nuestro protagonista consiguió hacer de su corte de Sevilla, una ciudad próspera a la que los cristianos pedían parias (impuestos) para evitar sus ataques. En el año 1082 el mismo Cid estuvo en Sevilla para recaudar esos tributos. En su monumento del Prado de San Sebastián nos dice que …” Vino a la dorada corte del rey poeta Al Mutamid”.
El compromiso de los cristianos también era poder defender a las taifas de ataques, iba implícito en esos impuestos. Por tal motivo el Cid también ayudó a nuestro rey en un ataque de las tropas ziríes de Granada que apoyado por mercenarios aragoneses y barceloneses querían tomar algunas de las numerosas posesiones del reino sevillano.
La expansión del Reino de Sevilla



Del Algarve hasta Murcia, esa vasta extensión es la que tuvo este floreciente reino o taifa. Con ciudades tan importantes como la antigua capital del Califato de Al-Ándalus: Córdoba, donde uno de sus hijos fue el gobernador de la ciudad; o Murcia, donde sufrió la traición de su amigo y consejero Abenamar al cuál había nombrado gobernador de la ciudad del este peninsular.
La cultura en su corte
Poeta, astrónomo…considerando a las personas por lo que son no tuvo reparos en convertir a una esclava en su favorita por ayudarle a terminar una rima.
En su corte se favoreció a poetas y literatos, algunos ejemplos son: el siciliano Ibn Hamdis, Ibn al-Labbana de Denia, Ibn Zaydún, el astrónomo Azarquiel, el geógrafo Al-Bakri.
Para criticarle se le decía que sólo a los literatos era a los que nombraba visires.
Las crónicas nos hablan de aquél salón y bóveda de las pléyades donde estaba representado el firmamento y que según el profesor Guerrero Lovillo se encontraría en lo que hoy es la parte mudéjar del Real Alcázar de Sevilla.
En la ciudad existen otras zonas donde se encontraba su legado como la iglesia de San Juan de la Palma o el Palacio de las Dueñas y también en la iglesia del Salvador donde restauró el alminar y se conserva una lápida describiéndolo.
Debido a la presión de los belicosos cristianos se vio en la tesitura de tener que llamar a los almorávides del norte de África para derrotarlos y así ocurrió en la famosa batalla de Sagrajas.



La batalla de Sagrajas
Esta batalla fue una de las grandes derrotas cristianas de la Reconquista. Los taifas españoles debido a los ataques de los reinos cristianos y a la toma de la ciudad de Toledo, acuerdan llamar a las tropas Almorávides del norte del África para que los ayuden. Las tropas norteafricanas desembarcaron en Algeciras y un 23 de octubre del año 1086 se celebró la famosa batalla. El ejército árabe se dividió en tres partes, la primera y más numerosa fue dirigida por el rey de Sevilla Al-Mu’támid.
La batalla fue desastrosa para las tropas cristianas, de hecho, el rey Alfonso VI tuvo que salir huyendo herido para no perder la vida o caer preso.
Lo que no sabía Al-Mu’támid, que también fue herido en la batalla, que aquello sería el principio del fin de su reinado
Pero posteriormente los almorávides se dedicaron a atacar a los reyes taifas que los habían llamado y el último que cayó en su poder fue la taifa de Sevilla.
El Destierro



El 7 de septiembre del año 1091. Al Mutamid junto con aquella esclava que había hecho su favorita fueron desterrados a Agmat, un pueblo marroquí, donde moriría 4 años después.
Su deseo era haber muerto en su amada Sevilla” y que allí se abrieran sus tumbas a la resurrección”.
Pero no pudo realizarse y el muelle de la sal fue lo último que vio de su amada Sevilla cuando iba a ese exilio en Marruecos.
“Se le desterró, encadenado, desposeído de poder y privado de reino, tras ocurrirle tragedias […] establecióse en Agmat, ganando su sustento del trabajo de rueca de sus hijas. Calamidades de todos sabidas ocurriéronle, que oírlas lleva a despreciar otros reveses de fortuna y cualquier suceso. En Agmat murió su querida esposa [Rumaykiyya], por cuyo duelo, como también en epitafio de sí mismo, sobre sus votos por reunirse prontamente con ella, evocando su primer encuentro, su vida y los reveses padecidos, compuso versos que el corazón conmueven, el alma parten y consuelan de las pérdidas que en el mundo se sufren.”
Hoy su tumba aún se conserva y es un lugar de peregrinación, convitiendo a Al Mutamid, el rey poeta de Sevilla, en una de las figuras más relevantes de la historia de Sevilla.