Uno de los emblemas de nuestra ciudad ha sido y es su cerámica artística. Nos la podemos encontrar en casi cualquier rincón de nuestra ciudad y los pueblos de su provincia, además de en otros lugares remotos. Fabricada principalmente en el barrio de Triana, siempre causa admiración a los visitantes. La fama de la cerámica de Triana es bien merecida, pero hoy no les queremos hablar de este arte en general sino de una personalidad clave para la historia de la cerámica mundial que revolucionó su técnica y que vino a vivir a Sevilla desde su Italia natal. Hablamos de Niculoso Francisco Pisano.
No cabe duda sobre el origen italiano de este artista, que tradicionalmente se ha nombrado como Francisco Niculoso Pisano o Niculoso Pisano, pero que el profesor Pleguezuelo recomienda, a la luz de sus investigaciones, que se nombre como Niculoso Francisco, Pisano. Su lugar de nacimiento debió ser Pisa o cualquier otra localidad próxima, pues el artista al firmar sus obras añadía generalmente la palabra “pisano”. En aquellas tierras transcurrieron sus primeros años y su aprendizaje, que debió producirse en uno de los talleres de Faenza, Cafaggiolo o Casteldurante.
Se desconoce el momento en el que el artista llega a Sevilla, aunque debió ser en la última década del siglo XV, asentándose en el barrio de Triana, centro alfarero de la ciudad. Posiblemente vino atraído por la fama que la ciudad había logrado tras el descubrimiento de América y que ocasionó el asentamiento de comerciantes, banqueros, artistas y gentes de toda condición y procedencia.
Lo revolucionario de su técnica y decoración debieron hacerlo famoso en poco tiempo, pues el secreto de su innovación artística fue disponer los azulejos lisos sin decorar en un panel, plasmando sobre ellos la escena de la temática que se le encargara como si se tratara de un cuadro, no quedando más que introducir las piezas en el horno para vitrificar.
Queda constancia en 1498 que vivía en una casa en Triana junto a Leonor Ruiz, su esposa. De 1503 data su primera obra documentada, la lauda sepulcral de Íñigo López en la Iglesia de Santa Ana de dicho arrabal, en 1504 las obras destinadas al Monasterio de Santa Paula (en colaboración con el escultor Pedro Millán) y a los Reales Alcázares sevillanos, destacando el retablo de la Visitación de la Virgen. En su taller debió colaborar el ollero Diego Rodríguez de San Román, quién aparece citado en sendos pleitos fechados en 1506 y 1510. En mayo de 1508 Niculoso y su segunda esposa, Elena del Villar, aparecen reflejados en un documento de arrendamiento por mil maravedís de una vivienda en la calle de Santa Ana (actual Pureza), lo cual viene a corroborar el aumento del nivel económico del artista. En este mismo año nacería su primer hijo, Juan Bautista, que tuvo padrinos de alta alcurnia, lo que viene a demostrar la estima y popularidad del pintor en los círculos más elevados de la sociedad sevillana, al que en 1510 el imaginero francés Claudio de la Cruz haría un retrato a la genovesa del artista italiano.
Su segundo hijo nació en 1511, se le impuso el nombre de Francisco. Tuvo padrinos acomodados, al igual que se sabe que Niculoso también apadrinó a otros esclavos y vecinos de Triana. Nada se sabe de otros posibles hijos tenidos en su matrimonio.
Con el trascurso del tiempo su fama fue en aumento, hasta sobrepasar los ámbitos locales, como su retablo cerámico para el Monasterio de Tentudía, en Calera de León (Badajoz) (1518), obras para el Palacio de los Condes del Real, en Valencia o la iglesia parroquial de Flores de Ávila (1526), su última obra conocida. Tres años después, en julio de 1529, su mujer Elena del Villar se compromete a pagar el tributo por las casas que su marido –difunto que Dios aya- alquiló en Triana, por lo que deducimos que debió morir pocos meses antes.
Fueron treinta años aproximadamente los que Niculoso vivió en Sevilla. En este espacio de tiempo se encargó de abrir nuevos caminos para la cerámica, no solo introduciendo el azulejo de superficie plana, sino el repertorio decorativo de grutescos, que no aparecería en ninguna decoración sevillana hasta pasados algo más de veinte años, contribuyendo de forma decisiva a la implantación del Renacimiento en nuestra ciudad. A su taller debieron acudir muchos jóvenes deseosos de ser instruidos en la nueva técnica cerámica, algunos de los cuales llegarían a ser expertos, formar taller por cuenta propia y ser considerados maestros del oficio.
Discípulo aventajado de Niculoso debió ser su propio hijo, Juan Bautista. La trasmisión del oficio de padres a hijos era bastante usual en la época. Desde pequeño, Juan Bautista estaría acostumbrado al trasiego del taller paterno, el padre le iría instruyendo en el oficio hasta convertirse en maestro. De esta forma, a la muerte de su padre, con una edad de veinte años, heredaría el taller y los encargos pendientes, pero seguramente no heredó las cualidades de su padre y su producción fue escasa. Al parecer se dedicó a otras labores menos complicadas, como la producción de azulejos de cuenca o arista.
Pasaron otros treinta años hasta encontrar producción de azulejos decorados al estilo pisano, pues no es hasta 1561 cuando se sabe por un contrato que firman Roque Hernández y el flamenco Francisco Andrea, por el que éste se compromete a enseñar al primero, la técnica del azulejo pisano. Ellos serán antecedentes de la gran explosión del azulejo plano sevillano con la obra de Cristóbal de Augusta para el Alcázar sevillano, considerado el mejor conjunto de cerámica del Renacimiento que existe en el mundo.
La producción de Niculoso debió ser escasa, pues lo confirma la decena de obras que se conocen hasta la fecha. A pesar de su reducido número y de haberse perdido casi la mitad de ellas, se aprecia una clara evolución y un indiscutible perfeccionamiento con el transcurso de los años. En todas ellas acostumbraba a poner su nombre y la fecha de ejecución, norma frecuente en los artistas del Renacimiento: “NICULOSO FRANCISCO PISANO ME FECIT” y el año escrito en números romanos. Cabe señalar la diversidad de fuentes utilizadas por Niculoso para la realización de sus obras. Así, frente al claro estilo gótico, norteeuropeo, de sus escenas y figuras, aparece un italianismo de lo más puro en sus decoraciones con grutescos. Para las primeras, acudió a grabados alemanes, a Libros de Horas franceses y en las segundas, utilizó los diseños de Pinturicchio, Nicoleto Rosex de Modena y Zoan Andrea.
Como homenaje y reconocimiento a esta primera figura del arte cerámico sevillano, en el año 2018 la Asociación Amigos de la Cerámica “Niculoso Pisano” (www.asociacionpisano.es) colocó en la fachada de la actual casa número 44 de la calle Pureza, un azulejo conmemorativo sobre su persona ya que en aquel mismo lugar instaló su casa y taller a principios del siglo XVI.
Para más información sobre la cerámica artística y la obra de este artista consulten la web: www.retabloceramico.net
Manuel Pablo Rodríguez