Continuamos con el apartado de la belleza los sepulcros del Renacimiento sevillano. En este periodo se realiza un gran contraste con la antigua estética medieval donde lo macabro es lo que se utiliza como elemento artístico. Jesús María González de Zárate define de una forma muy elocuente que “en el Renacimiento se concibe la muerte como una ensoñación, como una adormición temporal en espera de la resurrección de la carne, de ahí que el yacente exprese tranquilidad en su rostro dando a entender no sólo la muerte como tiempo de espera sino también la imagen de equilibrio y tranquilidad del espíritu, ya que al modo neoplatónico se entiende que el cuerpo es fiel reflejo del alma. Estos rostros no reflejan la edad del finado si no su juventud ya que existía la creencia de que se resucitaría con la edad de Cristo..” En el Renacimiento es importante la filosofía y por ello se tiene muy en cuenta a autores como Plotino, o padres de la iglesia como San Jerónimo que nos comenta “entre los cristianos, la muerte no es la muerte, sino una dormición y se llama sueño”.

A todo esto debemos unir el gusto por el refinamiento, el uso de elementos mitológicos y pasionistas que unida a la imaginación desbordante de los artistas del momento dan como resultado unas obras fabulosas en todos los aspectos.

A ello debemos unir el momento que vive Sevilla, en nuestra opinión los dos hechos que hacen que nuestra ciudad se potencie como la gran ciudad del mundo en aquellos años serán la construcción del mayor edificio existente en esa época, la Catedral, y el hecho crucial del descubrimiento de América que tendría a Sevilla como protagonista pues a los pocos años se convertiría en la ciudad del monopolio de aquel imperio transcontinental que se estaba gestando.

Todo estos elementos hace que la gran nobleza posea una situación económica privilegiada y lo demuestre en los sepulcros que encargan para sus familiares más directos.

Las tumbas de los guzmanes de Omnium Sanctorum

la Belleza de los sepulcros del Renacimiento sevillano II.

No sólo la Catedral es el espacio usado por la nobleza para sus enterramientos, una de las zonas más importantes donde encontramos bellos sepulcros es la que denominamos la Sevilla Mudéjar, uno de los templos que encontramos en la zona es la iglesia de Omnium Sanctorum, lugar donde la familia que en un principio tenían sus dominios en el localidad de la Algaba, en la denominada Torre de los Guzmanes, utilizaría este templo cercano a los terrenos donde edificaría uno de los más bellos palacios de la ciudad y que afortunadamente aún conservamos.

Dos arcos de ladrillo enmarcan los sepulcros de los protagonistas, las obras por su maestría siempre se han considerado una realización de Lorenzo Mercadante de Bretaña, que como sabemos en esas fechas está trabajando en la construcción de la Catedral y no es nada raro que aprovechando su estancia en la ciudad los nobles le solicitaran la realización de otras obras.

Por las fechas pensamos que el sepulcro pudo ser realizado para el Primer Señor de la Algaba Don Juan de Guzmán y Torres y su señora Doña Elvira y Guzmán y Aponte.

En los laterales de los sepulcros aparecen Santo Domingo de Guzmán y San Ramón Nonato. En el interior de los arcos donde se cobijan las esculturas se encuentran en cerámica los escudos nobiliarios de los señores. Las dos esculturas son de bella factura.

La del caballero se ve el detalle de sus barba, bigote y los rizos del cabello realizados con gran realismo y como abraza una espada, a los pies el perro símbolo de fidelidad.

la Belleza de los sepulcros del Renacimiento sevillano II.

Pero, en nuestra opinión, lo más conseguido del conjunto, es la escultura de su esposa, donde además del cuidado tratamiento del pelo o los detalles pormenorizados del rostro, posee detalles que nos dejan sin palabra y que son comparables con las mejores esculturas del momento en Europa, uno de ellos es el collar que rodea el cuello de la finada. La cual se encuentra recostada con un libro abierto, pero de lo más sorpresivo es su vestido con una técnica que recuerda la griega de los paños mojados donde podemos ver perfectamente sus senos, además del detalle de la cruz realizada con todo detalle. Todo eso nos indica que estamos ante la obra de un gran maestro y que no es descabellada la atribución a Lorenzo Mercadante de Bretaña.